Una mirada crítica a la polémica por la serie sobre Chespirito
La serie “Chespirito: Sin querer queriendo”, que narra la vida del icónico Roberto Gómez Bolaños, ha levantado pasiones, críticas y una tormenta de opiniones que reviven un viejo episodio de la vida personal del comediante: su relación con Florinda Meza.
Pero en medio del revuelo mediático, las burlas en redes y las “piñatas virtuales” donde Meza es retratada como la villana de la historia, vale la pena hacernos una pregunta incómoda, pero justa: ¿por qué estamos dispuestos a crucificar a Florinda Meza sin cuestionar que la versión contada en pantalla nace del lente de uno de los hijos del propio Chespirito?

📺 Una historia contada desde un solo ángulo
La serie ha sido promocionada como una producción “basada en hechos reales”, inspirada en la autobiografía de Gómez Bolaños. Y si bien es válido que los hijos quieran rendir homenaje a su padre, eso no convierte esta serie en un documento imparcial.
Florinda Meza, quien compartió más de tres décadas de vida con Chespirito, ha señalado públicamente que no fue consultada y que lo que se representa en pantalla no corresponde fielmente a la realidad. A pesar de esto, su versión ha sido desestimada por una gran parte del público, que prefiere consumir el drama sin considerar que toda historia tiene, al menos, dos caras.
💔 ¿Amor prohibido o historia de dos adultos?
Es cierto: la relación entre Roberto y Florinda comenzó en circunstancias polémicas. Él estaba casado, tenía seis hijos y era un ícono familiar en toda América Latina. Pero también es cierto que no fue una adolescente engañada ni una intrusa solitaria: fueron dos adultos que se eligieron y que, para bien o para mal, formaron una pareja estable durante 27 años.
¿Es justo que hoy, décadas después, se juzgue a Meza como “la culpable” de todo, mientras se santifica a Gómez Bolaños? ¿No habría que preguntarse también por las decisiones que él tomó y cómo esas elecciones impactaron a su entorno?
🙄 El doble rasero del juicio popular
Muchos se apresuran a llamar “bruja” o “destructora de hogares” a Florinda Meza, como si viviéramos aún en una comedia de los 70. Se le exige una perfección emocional y moral que rara vez se le exige a los hombres. Y todo esto ocurre mientras se olvida que la serie, al excluir su voz, es una versión editada de los hechos, acomodada al guion y al drama televisivo.
No se trata de negar que hubo dolor o controversias. Se trata de reconocer que la verdad, cuando se trata de emociones humanas, no puede narrarse con un solo libreto.

🧠 ¿Y si en vez de juzgar, reflexionamos?
Florinda Meza no es perfecta. Tampoco lo fue Chespirito. Pero mientras los espectadores debaten si creerle o no a ella, quizá deberíamos hacer una pausa y pensar: ¿cuánto daño causa el juicio sin contexto?
¿Y qué pasaría si, en lugar de memes y dardos, se propiciara un espacio donde todas las voces puedan ser escuchadas?
Porque al final, la historia de El Chavo del 8 fue una oda a los olvidados, los malinterpretados, los incomprendidos.
Tal vez ya va siendo hora de aplicar esa misma sensibilidad fuera de la vecindad.