Miguel Uribe Londoño: ¿inocente por mérito propio o salvado por sus amigos del poder?
El nombre de Miguel Uribe Londoño vuelve al debate público, esta vez como precandidato presidencial del Centro Democrático. Pero su postulación no llega acompañada de propuestas sólidas, sino de sombras del pasado y de una coyuntura que inquieta: se produce pocos días después del asesinato de su hijo, el senador Miguel Uribe Turbay.
El fantasma del Banesto
En el año 2000, Uribe Londoño fue capturado y llamado a juicio por su presunta participación en el desfalco al Banco del Estado (Banestado). El proceso lo señalaba como beneficiario de créditos irregulares respaldados con acciones sin valor real.
Tres años más tarde, en 2003, terminó absuelto. La decisión judicial lo liberó de toda responsabilidad. Sin embargo, en un país donde la justicia suele ceder ante los nombres influyentes, la pregunta se mantiene: ¿fue absuelto por transparencia o por el blindaje que le otorgaron sus amigos en el poder?
La duda es legítima: Colombia ha visto con frecuencia cómo grandes expedientes se archivan cuando los protagonistas son personajes con padrinazgos políticos o económicos.
Fedecacao y otra investigación cerrada
En los años 90, como presidente de Fedecacao, también fue objeto de una indagación fiscal por el manejo del Fondo del Cacao. El caso fue cerrado en 1994 sin sanciones. Otro expediente que se evapora, otra puerta que se cierra sin dejar certezas absolutas.
Del duelo a la plataforma política
La muerte de su hijo Miguel Uribe Turbay abrió un vacío político que el uribismo ha querido capitalizar de inmediato: el padre ha sido presentado como precandidato presidencial.
No es la primera vez que en Colombia el dolor se convierte en capital electoral. El ejemplo más recordado es el de Luis Carlos Galán: tras su asesinato, César Gaviria heredó la candidatura y llegó a la Presidencia impulsado por un voto de condolencia. El país aprendió tarde que gobernar con lágrimas ajenas no es garantía de buena política.
Hoy parece repetirse la fórmula: convertir la tragedia personal en plataforma política, un recurso que puede resultar tan detestable como peligroso.
¿Justicia o favores? ¿Duelo o estrategia?
El problema no es solo que Miguel Uribe Londoño tenga derecho a aspirar a la Presidencia. El problema es que lo haga cargando con antecedentes judiciales que se resolvieron con absoluciones dudosas, y que además se presente en un momento donde el dolor parece usarse como escudo para evitar el debate sobre méritos, trayectoria y propuestas.
Que el duelo se convierta en bandera electoral es inapropiado; que la justicia aparezca como complaciente con quienes tienen poder, aún más. Colombia necesita líderes capaces de sostenerse en hechos y transparencia, no en absoluciones sospechosas ni en condolencias politizadas.