Christopher Landau, subsecretario de Estado de Estados Unidos, aprovechó el funeral del senador Miguel Uribe Turbay para enviar un mensaje que, según críticos, traspasó los límites de la diplomacia y se convirtió en un acto de intromisión política.”
Bogotá, Colombia. – Lo que pudo ser un gesto diplomático de respeto terminó convertido en un movimiento calculado de política exterior. Landau asistió al sepelio del senador y declaró: “Que la buena gente de Colombia sepa que no están solos”.
El pronunciamiento, difundido desde la cuenta oficial del Departamento de Estado, llega en medio de una relación bilateral marcada por la desconfianza, tras el retiro temporal de embajadores y advertencias cruzadas entre Washington y Bogotá. Para analistas críticos, no se trató de simple solidaridad, sino de una jugada oportunista en la que se utilizó un momento de duelo nacional para reposicionar la influencia estadounidense.
Un contexto diplomático en crisis
En julio, ambas naciones atravesaron una de las mayores tensiones de los últimos años. Declaraciones calificadas como “infundadas y censurables” por parte de altos funcionarios llevaron a que cada país retirara a su embajador. Aunque luego hubo una desescalada parcial con el regreso del encargado de negocios estadounidense, Washington advirtió que persistían “preocupaciones” sobre la situación interna en Colombia.
En este escenario, la presencia de Landau en un acto de alto simbolismo político y social no pasó inadvertida. Su mensaje, presentado como gesto de apoyo, fue visto por sectores críticos como un movimiento estratégico para influir en la percepción pública en un momento de vulnerabilidad nacional.
No vino solo
El subsecretario estuvo acompañado por el senador republicano Bernie Moreno y el encargado de negocios John McNamara. Medios nacionales confirmaron que la agenda incluyó reuniones políticas previstas con el presidente Gustavo Petro y otros actores clave, lo que refuerza la idea de que la visita no se limitó a dar el pésame.
Diplomacia o injerencia
El episodio reabre el debate sobre los límites de la diplomacia y el respeto a la soberanía. Para algunos, se trató de un gesto legítimo de apoyo; para otros, fue una intromisión política en un momento de dolor nacional. Lo cierto es que, en el tablero de la política internacional, los gestos rara vez son inocentes.