El nuevo presidente del Senado no es petrista, pero podría ser la clave para destrabar las reformas sociales del Gobierno.
El pasado 20 de julio, el Senado eligió con 97 votos a Lidio García Turbay como su nuevo presidente. Un liberal moderado, con trayectoria, estilo caribeño y una forma de hacer política más basada en los consensos que en el show. Para muchos fue una victoria del sistema tradicional sobre el progresismo. Pero, ¿y si en realidad no fue una derrota para el Gobierno, sino una puerta abierta?
No es petrista. Pero no es enemigo.
Lidio García no forma parte del Pacto Histórico. Incluso ha votado en contra de varias iniciativas del presidente Petro, como la reforma laboral o la de salud. Pero su estilo es el de la política que no grita, sino que negocia. La misma que en el Caribe llaman “amarradora”, pero que en el Congreso es indispensable para mover proyectos.
Petro no necesita en este momento un presidente del Senado aplaudidor. Necesita un árbitro imparcial que no sabotee por cálculo electoral. Y ese podría ser el papel de García. Con su talante tranquilo, su capacidad de diálogo y su respaldo en las regiones, representa algo que la oposición no esperaba: un Senado que podría dejar de ser trinchera y volver a ser institución.
¿Quién pierde, entonces?
Los sectores que aplaudieron su elección como si fuera un triunfo contra Petro podrían llevarse una sorpresa. Porque la verdadera derrota es para quienes esperaban que el Congreso siguiera hundiendo todo lo que viniera del Ejecutivo, sin siquiera debatirlo.
Con García al frente, el Senado tiene la oportunidad de dar trámite a reformas que el país necesita. No por Petro. Por Colombia. Porque seguir hundiendo todo por inercia o por miedo a las encuestas del 2026 es un acto de irresponsabilidad histórica.
Con todo y su vallenato…
Muchos han querido subestimar a Lidio García por su estilo costeño, su bajo perfil mediático o incluso por su gusto por cantar vallenato. Pero esa cercanía con el pueblo no le quita experiencia: ya fue presidente del Senado en 2019–2020, es uno de los liberales más votados del país y ha demostrado saber moverse en las aguas turbias del Capitolio.
Con todo y su vallenato, Lidio puede ser el equilibrio necesario entre un Gobierno que necesita cerrar con reformas y un Congreso que aún no decide si quiere ser protagonista de los cambios o su principal obstáculo.
¿Bueno o malo para Petro?
La respuesta corta: Depende del Congreso.
Si el Legislativo decide actuar con madurez y responsabilidad, la presidencia de García puede ser buena para el Gobierno, pero sobre todo para el país. Si, por el contrario, los sectores más duros de la oposición lo presionan para bloquear todo, no habrá presidente del Senado que salve la gobernabilidad.
Por ahora, Petro puede respirar. Tiene un Congreso menos hostil. No entregado, pero sí razonable.
Y a estas alturas, en política, eso ya es mucho decir.