Durante los últimos días, circuló en redes sociales la historia de May Romero Quiñónez, quien se graduó en sociología en la Universidad del Valle y fue presentado por medios y usuarios como “la primera persona no binaria en recibir este título en Colombia”. La celebración no se quedó en un acto personal: se convirtió en una narrativa pública que buscaba instalar, nuevamente, un “hito histórico” para la diversidad de género en el país.
Pero más allá del hecho —que como logro académico es totalmente legítimo—, cabe hacer una pausa para reflexionar:
¿Hasta qué punto estas proclamaciones buscan representar una lucha colectiva, y cuándo se convierten más bien en escenarios de autosatisfacción y reafirmación ideológica?
📌 Del orgullo al protagonismo
No hay nada cuestionable en sentirse orgulloso de una meta alcanzada, ni en compartir una historia personal. Lo cuestionable es la manera en que muchos discursos —en nombre de la inclusión— terminan deslizando exigencias simbólicas al resto de la sociedad, como si todos debieran adoptar una visión del mundo sin espacio para la crítica o el disenso.
En este caso, la insistencia en proclamarse “la primerx” deja de ser una afirmación informativa y pasa a convertirse en una especie de medalla ideológica. Porque, como ya se ha documentado, no es la primera persona no binaria en titularse en Colombia. Y entonces la pregunta inevitable es:
¿importa más el reconocimiento académico o la necesidad de ser la primera, el centro, el nombre que se viraliza?
🧠 Inclusión no es imposición
Otra dimensión a considerar es el uso del lenguaje inclusivo como herramienta simbólica. May se autodenomina sociólogue, lo cual es perfectamente válido en el ámbito personal. Pero ¿es eso lo que dice el título universitario? ¿La institución modificó formalmente su lenguaje para reconocer esa identidad, o simplemente fue una expresión personal en redes?
La diferencia importa. Porque lo que se vive en lo íntimo no siempre tiene por qué exigirse en lo colectivo. Cuando desde lo individual se intenta transformar lo institucional a fuerza de exposición o presión moral, lo que parece inclusión termina pareciéndose más a imposición.
🚩 Entre visibilidad y protagonismo
¿Estamos ante una historia inspiradora? Sí. ¿Debemos abrir espacios para reconocer identidades diversas? También. Pero no confundamos visibilidad con protagonismo, ni pluralismo con obediencia ideológica.
La inclusión verdadera no exige que todos digan lo mismo, ni que aplaudan por obligación. La diversidad no se impone: se vive, se argumenta y se construye con respeto mutuo. Y eso también incluye la posibilidad de disentir.

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